Publicado por: Ángel Rupérez


 Último día del año. ¿Qué significa eso?  Es una forma de organizar el tiempo para no perdernos en él. Con estas mediciones y rituales nos orientamos y así celebramos cada año que se va y que nos acerca a…¿para qué nombrarla? Es una sabia decisión. Echamos a la basura el año gastado y vivido, y abrimos las puertas a otro nuevo que se acerca. Celebramos por partida doble un fin y un comienzo. Y lo hacemos en general con alegría, al menos según proclaman los festejos. Alharacas, luces, campanadas, fuegos artificiales, fiestas…Mejor eso que pensar en la fatalidad del tiempo que nos va empujando ¿hacia dónde?  No pensemos en eso. Infinitamente mejor las festividades que nos convierten en sabios y alegres, a pesar de que no tenga remedio que seamos tiempo y que ese represente algún que otro problema…insoluble. Infinitamente mejor así, sabios seres humanos desde tiempos inmemoriales. Al mal tiempo del tiempo que pasa, la buena cara de la alegría que sabe coger el toro por los cuernos y celebrar que también somos aspirantes a tronos portentosos y sublimes. ¿O no es la alegría exactamente eso?

  Por cierto, muy mal eso de echar a la basura el año que se va. En absoluto. Voz amarga esa que dice eso. No echamos a la basura ningún tiempo que se va. Tenemos una fabulosa red  para retener lo mejor de él: se llama memoria y, gracias a ella, del año que se va recordaremos miles de cosas que nos convierten también en seres alegres. Por mi parte, pongo solo una: cada día, al levantarme, y ver la luz que entra por la ventana del mirador, invariablemente doy las gracias por tener la suerte inmensa de poder recibir ese regalo.  ¿Cómo echar a la basura semejante portento? 


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