Paloma Chamorro
31-01-2017

Publicado por: Ángel Rupérez


                                                                  

Pasados los 60, empieza a caer gente. Paloma Chamorro solo tenía 68 pero, al parecer, un cáncer la ha vencido.  En más de una ocasión me he preguntado por ella, después de aquellos fulgurantes años de La Edad de Oro, el programa que se sacó asombrosamente de la manga en aquellos míticos años de la transición (por lo que ahora se ve, a pesar de algunos descerebrados ideólogos de Podemos). ¿Qué habrá sido de ella?, me he preguntado en más de una ocasión en silencio, pero sin nadie a mi lado a quién preguntárselo. Ahora, abro el periódico, y me entero de su muerte, y me quedo paralizado. Entre mis preguntas y el silencio, se abre ahora el mayor silencio de todos, el de la muerte misma. Todo lo que sé de ella ahora es que ha muerto. Pero como la muerte no responde, y es inútil hacerle preguntas, he vuelto a ver los vídeos que los periódicos han colgado de aquellos programas de oro que llegó a dirigir y presentar entre 1983 y 1985. Y me quedo pasmado ante el talento que tenía esa mujer, con esa naturalidad con que sabía conducir sus complicadas entrevistas, siempre en directo. Y, además, sus comentarios no eran banales, sino que habitualmente tenían miga, lo cual envolvía sus actos en una especie de categoría teórica, por decirlo de una manera excesivamente pedante (lo reconozco). Pero es muy probable que cualquier crítico de aquellos años del NME (New Musical Express) , la biblia de la nueva  música de entonces, hubiera aprobado ese lenguaje de Paloma Chamorro, y ya es decir para aquellos que en ocasiones sí eran muy pedantes críticos de música pop (Oxford y Cambridge llegaban hasta allí).

    Debo tirar de la memoria, como casi siempre. De hecho, es Ella la que manda, como casi siempre y, si se trata de escribir, siempre. Hay un halo de energía alegre en torno a aquel programa de Paloma – la voy a tutear – que sin duda tiene mucho que ver con la alegría liberadora que invadió a todos los jóvenes de aquel tiempo, después de las más que negras cavernas de la Dictadura que, de una forma o de otra, a todos nos había machacado. Esa energía alegre es parte de la memoria en sí, pues, al ver esas imágenes ahora, vuelve esa alegría, ese entusiasmo, esa entrega a esa música que encarnaba la liberación misma, con tantos grupos de segunda pero que representaban lo más según las tendencias más esnob de la época. Pero ese esnobismo era parte del entusiasmo en sí, porque significaba que España ya no era el culo del mundo y la televisión pública era capaz de hacer aquel dispendio económico que con toda seguridad ninguna otra en el mundo de nuestro entorno se hubiera permitido, con aquellos horarios interminables que parecían no acabar nunca.

    Debo decir que yo participé en ese programa en una ocasión. Actuaba un grupo escocés que me encantaba – y aún me gusta – que se llamaba Aztec Camera, con Roddy Frame al frente. Allí me coloqué, haciendo valer mis contactos, y Paloma me acogió con su arrolladora simpatía y su maternal sonrisa, con aquellos labios redondos pintados de rojo que parecían una hoguera en su boca, dispuesta a besar con sus palabras. Su pelo increíblemente escarolado le daba un toque de excentricidad simpático, que todos dábamos por bueno, más allá de cualquier asomo de crítica a su posible mal gusto. Oímos cantar tocar en directo a Aztec Camera y luego conversamos con el cantante, sentado a mi lado (creo recordar). No recuerdo qué dije, en absoluto. No he vuelto a ver ese vídeo. Pero la memoria sale a la caza y me hace recordar con enorme simpatía ese instante y lo que Paloma Chamorro significó en aquel tiempo de encendidas y aun enardecidas ilusiones. De acuerdo, ha muerto Paloma pero aquel talento suyo de entrevistadora tranquila y aguda permanece, y no digamos el que tenía para montar semejante sarao ultramoderno como fue La Edad de Oro , en vivo, siempre en vivo. La memoria no falla. Su veredicto es implacable: fuiste alguien importante en mi vida (en nuestras vidas). Sin ti, aquellos 1983-1985 - años decisivos para mí - no hubieran sido los mismos. Te lo agradeceré eternamente. 


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