MIS DOS EMILIAS08-06-2019
Una crítica sobre la poesía de Emily Brontë me ha devuelto a su grandeza, que descubrí cuando la leí como adolescente - Cumbres borrascosas , y después los deliquios de George Bataille sobre esa gran novela en su libro La literatura y el mal - y luego cuando la traduje para Lírica inglesa del siglo XIX (Editorial mítica TRIESTE, como dice su fervoroso defensor, el jovencísimo poeta y narrador Luis Bravo). Tiene poemas maravillosos, inolvidables, como ese que se titula, en mi traducción, La visionaria, mi favorito sobre todos los suyos, aunque los tengan extraordinarios, buenísimos, llenos de interiores de difícil acceso y, por ello mismo, intensamente misteriosos por no decir sublimes. Resulta que la otra Emilia, la gran Dickinson, era una admiradora total de su tocaya, y es evidente que esa admiración se traduce en parentescos y parecidos indudables. Son mis dos grandes Emilias, las dos apartadas, las dos silenciosas, las dos inaccesibles para los que vivían con ellas. Brontë salió algo más de su región y de su casa, en aquella Inglaterra que resulta a veces hospitalaria, a veces inhóspita, y Dickinson prácticamente no salió nunca de la suya a partir de cierta edad. Las dos son grandes poetas, y da la impresión que de que su poesía necesitaba ese aislamiento y ese misterio que rodeaba su personalidad. Dickinson fue más prolífica porque vivió más pero, a diferencia de Brontë, no escribió una novela tan extraña y fabulosa como Cumbres borrascosas . No sé si la leyó, pero, de haberlo hecho, ¿qué hubiera pensado? Esa pasión enloquecida, esos arrebatos infernales, esa desesperación, ese amor, esa intensidad, ¿qué le parecerían en su retiro silencioso y pueblerino, sin esos abismos a su alrededor? Pero, a la vez, ¿cómo fue posible que Brontë escribiera esa fábula en semejante yermo como en el que vivió, por más que fueran sus esplendores de una elevación sin límites en la voz de su increíble intérprete? No lo sé, no tengo ni idea de cómo responder a ninguna de esas dos preguntas pero en esas interrogaciones habita lo que hermana a estas dos genios de la literatura y la poesía, mis dos grandes e inmensas Emilias, a las que amo con locura, con amor hasta feminista, si me apuras.