BRISAS
09-07-2019

Publicado por: Ángel Rupérez


Escribo mucho sobre estas cosas porque forman parte esencial de mi vida diaria, el famoso día a día que tanto me intriga en mi vida y la vida de los otros. ¿Cómo será su día a día?, me pregunto muchas veces y pienso en el trabajo, desde luego, pero también en la forma de ser consciente del presente absoluto que supone cada día, ofrecido para vivirlo a fondo, no para echarlo a perder. ¿Te gusta tu trabajo?; ¿lo pasas bien en él? ¿Te fijas en los árboles cuando sales de casa? ¿Y en la luz de ese amanecer? ¿Miras por las ventanas las nubes viajeras, los pájaros que pasan, el sol que se pone, lo que tarda la luz en ponerse, los incendios que se crean en el horizonte, tantas y tantas cosas? ¿Amas a toda esa gente que te rodea? ¿Te amas a ti mismo? ¿Te pierde lleno de gozo leyendo ese libro u oyendo esa música? Es en el día a día donde se juega realmente la vida, y no hay otra. Todo lo demás es un sustituto que vale poca cosa, y me refiero a los acontecimientos que se supone que tragan el presente, lo devoran porque apelan a una especie de tiempo olímpico y especial que no tiene nada que ver con el pan de cada día. Espejismo barato que no lleva a ninguna parte. Lo explicó genialmente Rafa Nadal el otro día cuando dijo que después de los subidones de sus triunfos venía la realidad, la más consistente, la más verdadera, el día a día de su vida, donde se juega el ser o el no ser de la aceptación plena de la existencia, léase felicidad. Pero ¿qué es eso? ¿En qué consiste? Además de lo que he dicho arriba, consiste en ser consciente de las sensaciones plenarias que dan plenitud a los instantes pero no como excepciones sino como normalidad previsible. Un ejemplo. Abro la ventana al amanecer, me pongo a desayunar y siento la brisa en mi cuerpo como un bálsamo impresionante, un regalo de la de Dios, un placer soberano, una cadencia inusitada, una expansión del ser, una alegría de la hostia y un agradecimiento sin límites. Eso ha sido exactamente la brisa de esta mañana - ahora escribo por la tarde pero también hay una brisa deliciosa que navega por toda la casa, haciéndose dueño de ella, por suerte para mí. Lo cual significa que las sensaciones son un tesoro capital en nuestra vida, especialmente las sensaciones del bienestar y la gracia, donde se asoma Dios por sus particulares ventanas minúsculas, sin avisar. Dios o lo que sea, pero divino es porque no es normal que pasen cosas así sin que reconozcamos su divnidad. Entonces ¿es divina la brisa de hoy? Sí, absolutamente, y es una enviada, y procede de lo alto y me hace pensar que la vida es un auténtico milagro.


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