Publicado por: Ángel Rupérez


Ayer me ocupé aquí de Brontë, de su  discípula y tocaya Dickinson y del genial poema de la primera, The Visionary, que yo traduje en femenino, como Dios manda, La visionaria, puesto que la voz del poema es femenina, aunque eL género de la lengua inglesa no lo delate así, pero sí la autoría del poema, que fue una mujer (obviedades en tiempos de reclamaciones femeninas y feministas obvias). Pues bien, andando el tiempo de la publicación de ese poema en mi Lírica inglesa del siglo XIX ( Editorial Trieste, 1987), una amiga de Santander, Balbi, me dice un día en su casa, desde donde se veía el mar a lo lejos y también las montañas de los Picos de Europa: "Oye, Ángel, he leído  un libro donde creo que usan un poema de Emily Brontë que has publicado en Lírica...". "¿De veras?", respondí. "Creo que sí", dijo Balbi. "Enseñame el libro", le dije. Ella buscó entre sus libros y me trajo una novela, cuyo autor se llamaba Gustavo, y que era de Valladolid, donde yo había estudiado mi carrera de Filología Románica (así llamaban allí lo que en Madrid era Filología Hispánica). Abrí el libro, busqué el poema y, en efecto, era The Visionary, en mí traducción. Por asi acaso, le pedí que me trajera Lírica, que yo le había regalado, y me la trajo. Busqué el poema, lo cotejé con el que aparecía en el libro de Gustavo, y, en efecto, se trataba de mi traducción. Ese poema vertebraba en buena medida la novela, por lo que aparecía en numerosas ocasiones (creo recordar). Me pareció asombroso que por ningún lado dijera que la traducción era mía, y que la había sacado de Lírica inglesa del siglo XIX, editorial Trieste, para más señas. ¿Por qué lo hizo? Se lo reproché en una carta - no recuerdo cómo conseguí su dirección - y me contestó con tonterías que pretendían excusar un gesto sumamente mezquino, por no decir ilegal - en aquellos tiempos -, como era usar una traducción sin revelar su autor ni la editorial en que aparecía publicada. Creo que si en vez de Trieste, editorial exquisita pero minoritaria, ya en aquella época desaparecida - Valentín, su propietario, ya había muerto -, hubiera sido Visor, ¡por supuesto que hubiera revelado su fuente, la del autor de la traducción y la de la editorial en que apareció! 


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