Publicado por: Ángel Rupérez


Quedamos ayer para charlar en un café de nuestro barrio, Chamberí de toda la vida. No acaba de venir de EEUU, pero casi. No ha pasado buena noche pero hace un esfuerzo por ser afable y seguir la conversación. Es hispanista desde siempre y vino a España en la época dura, y cuenta anécdotas de entonces que ponen los pelos de punta. Ha sido profesor en Columbia University casi toda su vida. Se le conoce una pasión por encima de todas: su inmensa admiración por Claudio Rodríguez, del que fue amigo y al que ha dedicado buena parte de sus desvelos. El más reciente ha sido su traducción al inglés de Alianza y condena, el tercer libro de Claudio, y, al parecer, el favorito de Philip. Creo que guarda en la chistera otra sorpresa inminente al respecto, me da pistas, aguardo esperanzado... Le he pedido en más de una ocasión que publique sus memorias pero no hay manera. Nos contaría cosas interesantes y sabrosas de su visión de la España de la posguerra y de muchas figuras del mundo cultural y literario que llegó a conocer. Se resiste como gato panza arriba. Le he ofrecido mi colaboración como atizador o conductor temático de su memoria pero ni por esas. Se cierra en banda. De vez en cuando suelta alguna perla, para abrir boca, pero poco más.

Siempre le pregunto sobre cómo se forja un hispanista en Estados Unidos. Creo que fue la seducción que ejercieron sobre él algunos de los profesores españoles exiliados…Aun con todo, se me hace raro, sigue haciéndoseme raro. Un norteamericano interesándose por un pobre país que cayó en el pozo de una interminable dictadura, y que ni siquiera se pudo beneficiar de la reconstrucción que supuso el Plan Marshall. Cuando hablamos y sale a relucir mi admiración por la literatura estadounidense siempre pienso que eso es lo normal. ¿Quién no ha admirado a tanto gigante de la poesía y la novela y aun el ensayo norteamericanos del siglo XIX y el siglo XX? Cuando le digo nombres- Whitman, Dickinson, Henry James, William James, Emerson, Fiztgerald, Bellow, Salinger…-, siempre me pregunto: ¿qué pensará? Sin embargo, los países poderosos expanden su cultura con fuerza y captan a muchísimos adeptos…

Pero, al contrario, ¿quién puede imaginar a un estadounidense interesarse por un país como España en los años 50, un país que era el culo de Europa en aquel entonces? No consigo averiguar exactamente las razones pero, fueran cuales fueran, lo cierto es que Mr. Silver no ha dejado de mantener un vínculo fuerte con nuestro país y su cultura desde entonces. Es el máximo defensor que conozco de la trascendencia del legado poético de Claudio Rodríguez. Esa pasión nos une desde antiguo, al menos desde finales de los 80. Ha pasado una mala noche pero se esfuerza en seguir la conversación. Hablamos de diversas cosas, escucha, se asombra, se ríe, le pregunto sobre la sorpresa claudiana que esconde en la chistera, me da pistas, aguardo esperanzado…Nos despedimos con un fuerte abrazo, casi paternofilial (pienso), y nos deseamos los mejores deseos para el nuevo año que está al caer. Mr.Silver, Philip para mí, e incluso Felipe en ocasiones, se dirige a su casa, a dos palmos de la mía. Somos vecinos, y curiosamente vivimos en la misma calle en la que vivió Luis Cernuda, otro poeta que los dos admiramos profundamente, y con el cual él tuvo un interesante intercambio epistolar, antes de escribir sobre él su gran libro Et in Arcadia Ego.


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