Sensaciones
17-02-2017

Publicado por: Ángel Rupérez


Lo han dicho muchos a los que admiro profundamente, y entre ellos James Joyce, autor de esa narrativa prodigiosa que es Ulises . El motor de la creación  siempre es la sensación, viene a decir el maestro dublinés, y se trata de escarbar a fondo en ella, hasta las últimas consecuencias. Ese es el origen de su literatura, tal como puede leerse en las andanzas de tantos personajes por esa Dublin inagotable, y más inagotable aún la mente de quien se sumerge en su cotidianeidad, que es la mente del narrador, que es la mente de Joyce (no nos engañemos). Cézanne, el gigantesco Cézanne, decía algo parecido, por no decir idéntico. Mallarmé, el misterioso e inaprensible Mallarmé teorizó a su manera sobre ello, sin engolamiento, con conocimiento de causa, sabiendo de lo que hablaba. No digamos el monstruo Proust, el máximo escarbador en las sensaciones hasta desembocar en minas inagotables de sensibilidad transmutada en palabras. Asombroso. Así fue y así será siempre.

   Yo he titulado una novela mía Sensación de vértigo . Sensación quiere decir llegada a la sensibilidad de un temblor que hace que todo se tambalee y pierda asiento, hasta el punto de que la vida adquiere una inestabilidad que anuncia – probablemente – un permanente riesgo de caída, como quien se marea. ¿Por qué titulé la novela así? No lo sé muy bien pero si leo lo que narro en ella puedo darme cuenta de que el protagonista de la misma padece un cierto vértigo existencial puesto que todo en torno a sí se tambalea y a nada puede aferrarse, ni siquiera a su último agarradero sentimental, que también le falla. Pero esa sensación ¿penetró alguna vez en mí? Es más que probable que sí, aunque yo no me diera exactamente cuenta de ella. Alguna vez en mi vida debí de sentir un vértigo existencial, parecido al del protagonista y narrador de mi novela, exactamente como alguna vez he padecido el vértigo a las alturas, que, literalmente, me marea y me invita a caer.  

    Si hablo de poemas, también hablo sin remedio de sensaciones. Las sensaciones son estremecimientos nerviosos cargados de emoción, de tal modo que se asientan y dejan una huella que está llena de incógnitas y enigmas. No se sabe nunca exactamente  lo que hay en esas sensación/emoción, pero lo cierto es que está, se produce y el que la experimenta, si es dado a escribir, encuentra en ese instrumento la posibilidad de averiguar lo que hay dentro de la sensación/estremecimiento/emoción. Cézanne decía que no sabía lo que había en las sensaciones que experimentaba pero que era precisamente esa ignorancia la que le obligaba a pintar hasta ver algún perfil concreto, que a lo mejor se cuajaba en un color logrado después de mucho trabajo. El color trabajosamente logrado era la sensación/emoción transmutada en materia plástica y lumínica.  

    Con el permiso de esos ingentes maestros, se me ocurre decir: veo por la ventana de mi casa un chorro de humo de que sale de una chimenea (vivo en un cuarto). Me quedo mirando pasmado ese humo que fluctúa y se mueve según quiere el viento. Tiene un color azul desvaído. Es un acontecimiento – iba a decir espectáculo – cotidiano. No importa que se repita porque cada vez que lo veo experimento una sensación. ¿De qué? Inicialmente de placer, y luego de algo más que no sé muy bien precisar. Sensación de humo, me gustaría escribir. Sensación de trazos inconsútiles que se desmembran, se trocean, se juntan, se curvan, se doblan, se pierden en el viento.

     Pero ¿qué ese eso, Ángel? ¿Por qué te gusta tanto? ¿Qué te hechiza de algo tan corriente y vulgar como es el humo que sale de una chimenea? Si fuera el humo que sale  de una hoguera cualquiera e mi infancia, entonces sí, pero ahora, en ese tejado, en esa casa, en esta ciudad…¿Es para tanto? No puedo explicarlo. Es, se da, invade, exige, pide, y yo sigo ese zigzagueo y no sé adónde me lleva…Sensación de humo pero ¿dónde está el poema? Habría que investigar, habría que luchar, habría que entrar dentro…¿Dentro de qué? Dentro del humo, el humo mismo, su vagar en el viento, su desvalimiento, su pérdida de rumbo, su falta de horizontes, su fragilidad…


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