Publicado por: Ángel Rupérez


Son dos grandes músicos, de los más selectos y exquisitos, por no decir de los más naturales y misteriosos. La naturalidad, la exquisitez y el misterio suelen ir a la par, en numerosísimas ocasiones, y siempre cuando es la naturaleza la que habla, siempre. Un árbol, el que sea, es natural - no se da pote, no alardea, no es vanidoso, no es presuntuoso, no es gilipollas -, es exquisito - su elegancia es primorosa, es armoniosa, es refinada - y es misterioso -no hay quien entienda esa conjunción de virtudes que tanto acompañan y alimentan al espíritu. Lo mismo pasa con el silencio y los pájaros, primos hermanos y maravillosos músicos los dos, llenos de naturalidad, exquisitez y misterio, como los árboles, con los que, por lo demás, conviven. Lo voy a explicar con mi propia experiencia, que es siempre mi máxima maestra. Estoy hoy absorto en el mirador y me dejo llevar por el silencio de la mañana, apenas interrumpido por un rumor lejano de tráfico, muy lejano hoy. Miro lo que me rodea: las acacias frondosas, el cielo atravesado por nubes blanquecinas, los geranios chispeantes del vecino de enfrente, con su rojo intenso, color sangre ardiente, los caminantes que dan juego humano al amanecer, de distintas edades, de distintas parsimonias o aceleraciones, jóvenes saltarines, ancianos cadenciosos, chicas vistosas veraniegas...Es el puro silencio, la pura contemplación absorta, la mirada por la mirada, como tantas veces defiendo aquí (y allá). Esa una música especial, llena de profundidad, como de agua quieta  que se abisma en sí misma. No es una expectativa, es un presente absoluto, es una manifestación privilegiada del ser. Y de pronto, un eléctrico y sutil pío medio perdido, que tiene una fragilidad y delicadeza asombrosas, que no se ve, que está quizás albergado en el árbol, o que vuela al tuntún, porque sí, pero sin ser visto. Es la otra música, la música de los pájaros, una música prodigiosa, natural, exquisita y misteriosa, que nadie nunca sabrá explicar, por más que los ornitólogos nos ayuden y músicos como Messaien también y poetas como Wordsworth, Keats o Shelley también. Meassaien hizo música de la música de los pájaros, e hizo bien. Y esos poetas hicieron misterio del misterio de la música de los pájaros. Los pájaros en tanto que músicos voladores se merecen ese honor, el honor del arte absoluto, como también se lo merece el silencio, que también ha sido celebrado por los músicos de hoy, como aquel John Cage de mi juventud, Londres, la sala de los conciertos minoritarios, aquel lujo inolvidable de la vida inovlidable. 


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