Publicado por: Ángel Rupérez


Si tienes un segundito, para un instante, levanta la vista y mira algo que tengas alrededor que te llame mínimante la atención. Cualquier cosa puede ser, una cereza, por ejemplo, o una fresa, o una nube, o el azul del cielo, o un rostro cualquiera, o la portada de un libro, o el caminar de alguien, o la forma de vestir de un desconocido, o el gesto o la mirada del frutero, o de la panadera, o de la farmacéutica, o de Hazard, el próximo jugador del Real Madrid. Le dedicas un instante, rompes fulminantemente la cadena de los pensamientos inerciales, y te conectas gratis con la existencia que no te pide nada a cambio, sino solo estar atento, existir con esa conciencia plena, para recibir una gratificación inmensa: resulta que las cosas que nos rodean tienen una plenitud que arranca de nosotros mismos, también plenos si nos liberamos de las amarras que nos obligan a distanciarnos de la existencia para concentrarnos en el barullo de nuestro fortín interior, muchas veces apesadumbrado y sombrío. Nietzsche decía: un momento de contemplación plena te libera para siempre y justifica la existencia para siempre. ¿Tenía razón? Ahora le llaman mindfullness pero filósofos y poetas sabían que sin esos segundos liberados no hay existencia plena, ni podrá haberla jamás. ¿Tienes un segundito? 


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