SABER MIRAR
13-06-2019

Publicado por: Ángel Rupérez


Es un tema que, sin darme cuenta - no era en absoluto consciente de eso -, salió en mi primer libro de poemas, En otro corazón (Editorial Trieste, 1983). Aprender a mirar, creo que decía en algún poema - hablo de memoria - y creo que la mirada jugaba un papel decisivo en toda la trama sentimental del libro (sentimental, de sentimiento, de arraigo emotivo en lo que existe y ha existido para cualquiera de nosotros, yo incluido. Ese es el origen de la poesía, para mí). Han pasado muchos años y no me he apeado en absoluto de aquella convicción, solo que ahora - para algo sirve la edad - soy plenamente consciente de ella. Si sabes mirar, vivirás mejor, disfrutarás más de la vida y aprenderás más de ella. Es más, solo si sabes mirar bien y atentamente la vida entrará en ti con toda su plenitud. Lo he tratado en estas páginas en más de una ocasión, y me reafirmaré en ello cuantas veces sea necesario para recordármelo a mí mismo y también a ti, si me lees. Aprender a mirar, saber mirar y así captar la realidad como algo esencialmente importante e irrepetible. Por supuesto, no me refiero a escenarios de violencia y horror, sino a otros donde la vida se ofrece con una naturalidad tranquila o incluso con una aceleración inapresable y fugaz, pero que contiene algo en sí que  también puede ser revelado por una mirada atenta. Un rostro fugaz en el metro puede ser captado por esa vigilancia que se teme a sí misma pero que no deja de explayarse, aun a costa de resultar impertinente. ¿Por qué me mira ese?, se dice la asediada a distancia. Por una razón - contesta en silencio pacífico el asediante -, porque hay algo en tu rostro que me atrae y no sé qué es. Me quedo con ese no saber qué ese, que me ha llenado y me ha dejado un poso existencial benévolo. Quizás seas la belleza, eso era y es todo, y por eso te miraba atentamente. No quería dejar pasar la ocasión de emborracharme de ti, aunque te vayas para siempre. Así la fugacidad atrapada. Pero la lentitud también puede ser atrapada, a distancia incluso. Ese anciano que camina lentamente es atrapado para concederle a distancia mi reflexión: eres un espejo, llegaré ahí también y creo que ennobleces la existencia con tu impresionante dignidad y tu elegancia. No me conoces pero quiero que lo sepas. Aprender a mirar. No lo olvides.  


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