LADRIDOS MUSICALES
05-07-2019

Publicado por: Ángel Rupérez


¿Sabes lo que es un ladrido? Sí, la voz de un perro, su lenguaje sonoro. Bien, es julio, está atardeciendo, entra una brisa muy agradable por la ventana, aún arde la luz en la pared de enfrente, y todo es sensación: la piel que vibra con la brisa, los ojos que se exaltan con la luz  y ¿qué sonido para los oídos? La voz de un perro que insiste e insiste, poniendo una especie de solitaria e indescifrable inquietud en el ambiente. Yo diría que esa voz es como una canción rudimentaria cuyo timbre se contagia de la luz ambiental y de la brisa que va y viene. La pregunta inevitable es: ¿qué quiere decir esa voz? Esa insistencia es significativa, sin duda, pero, a la vez, es inaccesible. Y quizás sea precisamente esa inaccesibilidad lo que resulta atractiva de ella, junto con el timbre que es más bien suave y la cadencia que, siendo repetitiva, no tiene nada que envidiar a la música contemporánea. ¿O no hemos oído secuencias de compositores de hoy que encadenan acordes monótonos sin ningún problema, a veces hasta la extenuación? ¿Y quién se lo reprocha? Están autorizados para ello, porque las convenciones del arte son permisivas, siempre y cuando se revistan de un determinado glamur, el que sea (esa es música seria, entérate). Pues bien, el perro, con su voz monótona vespertina, también tiene su autoridad e imprime a la tarde  un determinado misterio, que sería el que se correspondiera con un sentido inaccesible. Pero, si ese sentido existe, entonces esa voz impresiona. No es tosca, ni áspera, ni molesta, ni excesivamente monótona. Es algo parecido a una música que es propia  del alma de los perros, de la que habla a la perfección su mirada y sus gestos cariñosos con sus amos. Pero su voz no tiene pedigrí ninguno, porque nos parece desde siempre horrósina, despreciable, como mucho un aviso ante un peligro o una amenaza que hay que evitar. Pero eso no es música y, sin embargo, aseguro que el ladrido de este perro cantor de esta tarde ha sido perfectamente musical  y ha dejado en el ambiente un reguero de algo parecido a un alma expresada. El poeta Rilke ya lo vio en su día, en Toledo, pero entonces fue la mirada la que habló al poeta errante. Esta tarde ha sido la voz la que ha hablado y esa voz ha querido decir algo musical, es decir, algo para el alma que se deja envolver fácilmente en los sonidos del misterio donde hablan todas las almas (ahora sin la novela de Marías como eco).   


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