DUBLÍN II
08-09-2019

Publicado por: Ángel Rupérez


Me encantan las ciudades que tienen ríos, tal vez porque mi ciudad natal, Burgos, tiene río y su personalidad toda está marcada por el río y por los puentes que lo cruzan. Recuerdo mucho esos puentes y algunas imágenes asociadas a ellos y la experiencia de cruzarlos para ir a la otra parte de la ciudad...Cuando iba a clase, al comienzo de la adolescencia, cruzaba obligatoriamente uno de esos puentes y me fijaba siempre en la corriente que hacía un desnivel rompiendo contra las piedras, creando espumas multiformes y pasajeras, y dando cobertura a   los peces que brillaban a veces en su intento de ir contracorriente. Luego Londres, luego París, luego Basilea, luego Viena, luego...En Madrid, mi otra ciudad de siempre, el río queda demasiado a desmano y no traza con su curso la médula de la ciudad. Para ver ese río, el Manzanares, hay que ir expresamente a verlo, aunque ahora tenga unos márgenes fabulosos, obra del alcalde  Gallardón, que pasará a la historia de la ciudad precisamente por haber favorecido semejante obra transformadora, vital para los madrileños que viven en sus alrededores, cuya vida ha sido decisivamente afectada por esa decisión tan criticada por la mayoría pero nunca jamás por mí, ardiente defensor de ese alcalde, uno de los más cultos e ilustrados que ha tenido la ciudad...Y ahora Dublín, cruzada por puentes que atraviesan el río Liffey, tan presente en Ulises, la novela de Joyce, que leo a la luz de mis caminatas por la ciudad, siguiendo su sombra, o acompañado por ella. Sí, ciudad de río y de puentes, y por eso me encanta, mirar el río, acodarse en pretil, mirar el horizonte, quedarse ensimismado así, seguir caminando, e imaginar que Joyce hacía algo semejante, y que de esa experiencia pudiera surgir años después esos vagabundeos dublineses tan presentes en su (gran) novela y que tan provincianos me parecen, como si estuviera en Burgos, y cruzara esos puentes y de pronto aparece alguien, un conocido, y entablas una conversación banal con él, pero resulta que de esa conversación surge una madeja que la memoria reelabora con recuerdos vagabundos, mi padre que cruza en bici el puente San Pablo y ve que un hombre triste de dirige a Correos, adonde él también se dirige...La trama de mi relato Las lágrimas necesarias, Manuel Machado que lleva una carta dirigida a su hermano, muerto en Colliure, Francia, mientras Joyce atraviesa uno de los puentes del río Liffey y sigue por la calle O`Connell, año 1900, y se cruza con una chica y la sigue y resulta que es Nora Barnacles, que viene de dejar su trabajo en el hotel, al que pretendía ir Joyce porque había quedado con una amigo en su cafetería...Dublín, Dublín, Dublín...


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