Publicado por: Ángel Rupérez


Diario, martes 4, 4,17

*Divinidad del mirador. Todos los santos días de mi vida, al amanecer. Como una prolongada oración.

*Después de William Carlos Williams, leo a Elisabeth Bishop, para la crítica en el periódico. Me encanta seguir haciendo crítica, ya muy de vez en cuando (los tiempos han cambiado, ya no es lo que era – ni yo ni el periódico somos los mismos). Bishop es una poeta buenísima, sumamente original, capaz de decir cosas profundas casi sin parecerlo. Dice lo que no parece que es, y lo es. Sorpresa mayúscula. ¿Sabes tú quién eres? Yo lo supe cuando tenía 7 años – dice Bishop – y me pareció muy extraño, extrañísimo. Sentí por primera vez que era yo, yo era Elisabeth, y era como los demás…¿Dura esa extrañeza para toda la vida? ¿La acompañó por siempre? Creo que sí, y de ahí buena parte de su imaginación y me atrevería a decir de su “sentimiento” (aunque no creo que a ella le gustara decirlo así).

* Por la tarde, paseo divino por las calles Diego de León, Conde de Peñalver, Goya, Génova…Una brisa se entremezcla con la luz prolongada y nueva, como recién estrenada, y crea una sensación de placer que obliga a una conciencia desmesurada del milagro en sí. Incluso me paro a comprobar que no sueño. Los semáforos en rojo me ayudan. Miro a la gente con curiosidad infantil y me pregunto si el filósofo Comte-Sponville, que he vuelto a leer recientemente, sabe algo de esto cuando insiste en la necesidad de vivir el presente, sin más hipotecas. ¿Cuál es el valor del presente? Yo diría: exactamente esta impresión, sensación, sentimiento. Con ella, solo con ella, me bastaría para justificar el día que me ha tocado en gracia vivir.

* Ahora bien, ¿qué hago con las manchas? ¿Cómo se interfieren en ese sentimiento de plenitud? No son mías, son de otros, son lejanas, son los criminales de guerra que utilizan armas químicas, como El Asad, en Siria, o como los del ISIS, asesinando a gente como acostumbran, cuchillo en mano, como carniceros. ¿Qué hacer con todo eso? ¿Puedo seguir siendo feliz con esa conciencia metida en el cuerpo? ¿No es un escándalo absoluto? Pero ¿qué hacer? ¿Cómo seguir caminando con la brisa envolviéndome sin la sangre de los demás en mi conciencia? Es un escándalo, lo sé.

* Al pasar por Conde Peñalver…Corría el año 1990, o antes. Fuimos amigos durante una larga temporada. Vivía en la calle Ayala, y paseábamos por ese barrio. ¿Qué habrá sido de él? Sí, me han llegado noticias, pero no he sido capaz de descolgar el teléfono. ¿Hubiera tenido sentido? ¿No se habría sentido sumamente extrañado? No me he atrevido. Pero recuerdo esos paseos lejanos pero no tan lejanos. La memoria no certifica tiempo con tanta precisión. Es más bien acercadora, quema distancias a lo bestia, crea salvajes espejismos donde anida algo parecido a ¿la emoción sin límites? No, no fue en 1990, ni en 1991, ni en 1992, fue ¡ayer mismo! Eso dice el espejismo, la sensación, la reelaboración, el ir y venir, la incredulidad, la irreparabilidad…¿Qué haría si me lo encontrara de sopetón? ¿Nos saludaríamos? ¿Hablaríamos? ¿De qué hablaríamos? ¿De toda esa inmensa vida sin saber nada el uno del otro?

* Resuelvo el problema doméstico en el Corte Inglés de Goya y compro discos rebajados en la planta baja. Schönberg, New Order y Wayne Shorter. Extraña mezcla pero es la música, no los géneros. Soy perfectamente capaz de pasar de una clase de música a otra, sin el más mínimo problema. New Order son los deslumbrantes 80, a los que permanezco fiel (fui joven). Schönberg es la nueva música de aquellos lejanos años para salir de la música de siempre. Una tonta forma de explicarlo. Esos sonidos, ¿a dónde me llevan? Lugares no visitados, nuevos lugares, cadencias de gotas que caen creando ambientes de misterio, piano que teclea una mano para transitar por espacios de soledad y ensimismamiento…Cualquier cosa para explicar lo inexplicable. Y Wayne Shorter es también la juventud, aquellos nuevos músicos que lo pusieron todo patas arriba, después del genial Coltrane y el más genial aún Miles Davis. Vuelvo a la juventud. Época de recapitulaciones: ¿qué fue?; ¿cómo fue?; ¿a dónde fue?...

* Con ellos guardados en una bolsita, voy por la calle Goya y algo me detiene. Una mujer sentada en un banco, puede que sin casa. La he visto otras veces. Agacha la cabeza cuando la miro. No sé qué hacer. Tiene una dignidad asombrosa, muy por encima de una situación límite. No me atrevo a decir nada. Paso de largo. ¿Qué hubiera podido decir? ¿Es también eso una mancha? Entonces, si hay manchas, ¿es imposible vivir cierta plenitud con ellas? ¿O las tiro a la basura para que no me molesten?


Escribe una reseña
Todavía no hay ninguna reseña.