ARDE EL SOL
02-08-2019

Publicado por: Ángel Rupérez


Como espero que Gimferrer no me lea nunca, no me importa que el título de su libro retumbe en este título, y en otros pasajes de este miniblog. Resulta que en la Gran Vía atizaba hace un rato el sol de lo lindo, con exasperante crudeza, exigiéndonos un refugio inmediato, antes de poder pasar el semáforo, de nuevo y atractivo diseño, obra de la anterior alcaldía, por desgracia defenestrada. La conciencia del sol, impuesta por la vista y por la piel abrasada - el tacto, el fuego en la piel - me ha hecho detenerme un instante, como si estuviera borracho. ¿Adónde voy? ¿Me tendré en pie? ¿Podré seguir caminando? ¿Encontraré refugio? Ha sido un instante, pero en ese instante - como recuerdo tantas veces aquí - palpitaba todo un arsenal de impresiones semejantes, donde el sol ha ardido en mi piel y en mis ojos en numerosos veranos aquí, en Madrid, siempre en Madrid. Paseante empedernido, me he empapado muchísimas veces de ese sol, y he llegado a casa a veces casi aturdido, como si regresara del desierto. La casa casi a oscuras, el cansancio en el cuerpo, el sudor, el abrasamiento, la extenuación, la sed, la inmensa sed...Así esta mañana, hace tan solo unas horas, la claridad tan intensa que hace imposible ver nada, ni fijarse en nada, todo derretido por esa luz, calcinado por ella, sometido a su fuego inmisericorde. Hachas de fuego, hachones de fuego, resplandores de astrales dimensiones, el lado inhóspito de la luz, la luz, mi tesoro, por una sola vez rechazada, de tan intensa que es. ¡No quiero que me quemes más! ¡Deja mi piel en paz! ¡No puede amarte tanto! En fin, deliquios de esta borrachera de la que me he ido recuperando buscando la sombra hasta llegar a casa y entonces...he dado gracias, porque las quemaduras no eran para tanto y una rodaja de melón me ha curado de la sed y Nietzsche se ha echado la siesta conmigo, dispuesto a consolarme. 


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